lunes, 4 de julio de 2011

UNA DE CUARTO

En plena pos-guerra, España estaba bajo la tiranía de una dictadura, todas eran ataduras y censuras, carencias y desesperanzas, la gente joven empezó a emigrar buscando una mejor calidad de vida. En 1959 María y Cruz tenían cinco años de casados, dos niños pequeños, y sin esperanzas de tener casa propia, a pesar de trabajar los dos. Vivían con los padres de Cruz. María se llevaba muy bien con su suegra y a ella le contaba sus ansias y las aspiraciones que tenía para poder darles a sus hijos estudios y que salieran de la esclavitud de la aldea; mamá Carmen la animó y las dos se aliaron y encontraron la manera de convencer a Cruz. Venezuela estaba de moda, se contaban mil historias de lo fácil que era hacerse ricos o por lo menos vivir en grande.
Para venir a Venezuela había que tener un contrato de trabajo y la documentación en regla, Cruz fue a la capital y se enteró que había una agencia la cual se encargaba de todo por un cierto precio, los padres les dieron sus ahorros con una condición: los niños se quedarían con ellos hasta  que consiguieran cierta estabilidad y trabajo.
La agencia cumplió, los embarcaron, con sus papeles falsos, y con ellos llegaron un buen día a La Guaira allí los esperaron unos paisanos, que les ayudaron a encontrar trabajo.
Los dos eran artesanos; él un magnífico carpintero, ella modista y con una extraordinaria luz natural; se formó en una escuela de corte y costura de prestigio en donde se graduó con honores, de todas formas su documentación irregular no les permitía solicitar trabajo en aquello que sabían hacer.
Cruz y María, los dos, eran hijos de gente de campo orgullosos de ser auto suficientes, cumplidores a carta cabal de sus compromisos.
Sus empleadores, gente de poder, los tomaron a su servicio, Cruz como mayordomo y María encargada de la lencería, uniformes del personal y algun que otro arreglo a la ropa de las Sras. en la casa. Tan satisfechos con sus servicios estaban, que al enterarse el Sr. de su dificultad con la documentación intercedió para legalizar la estadía de los dos en el país. Ellos agradecidos, sirvieron por un tiempo mas, pero "eran gente de campo orgullosos de ser auto suficientes", así que fieles a ellos mismos se mudaron y se emplearon: ella en una fábrica de confección y él en una compañía transnacional que hacían fotos a domicilio, viajó por varias ciudades donde vendía la fotografía enmarcada que después mandaban desde Caracas. Viajando llegó a Ciudad Bolívar, y le gustó mucho el ambiente de Puerto Ordaz, una ciudad en pleno auge de formación que prometía trabajo y prosperidad. Siempre trabajando y tratando de mejorar se dejó convencer por un paisano que tenía una pequeña finca en el campo, a María no le gustó la gente ni la idea de irse para el campo y como siempre, no falló su intuición, era gente aprovechada que si se descuidan los arruinan del todo. Cruz era tan recto y tan noble que no podía creer que un paisano tuviera la maldad de maquinar algo tan sucio.
Fue entonces cuando conoció al padre Palacios, personaje fundador e icono de la ciudad, este jesuita lo tomó como chofer en principio, pero luego como personal de confianza, era el encargado de mantenimiento del edificio donde funcionaba el colegio Gumilla.
No paró aquí Cruz, siempre tratando de superarse entró como maestro de carpinteros en una carpintería industrial, al poco tiempo montó su taller en un galpón de su propiedad.
María, en un principio, cosía en la habitación que alquilaban,
enseguida construyeron una casa en terrenos asignados por el gobierno, antes de terminarla, reclamaron con toda legalidad a sus hijos. Marino, antes de venir lo llevaron a Barcelona de España, se habia lastimado en un ojo, tenía una gran herida y lo operó un famoso oculista necesitó una segunda intervención, lo volvieron a mandar y entonces lo operó Barraquer, y quedó perfectamente pero con poca visión en ese ojo.
José que era el mayor ya había terminado su primaria entró en el colegio Loyola a estudiar su bachillerato, cuando tenía que entrar en la Universidad hubo problemas con los cupos de medicina, que era lo que él quería.
 - Hijo, le dijo su padre, estudia ingeniería, y así ya entras ahora.
 - No papá, si no puedo ser médico, me voy contigo para la carpintería.
Se puede decir, que la medicina eligió a José, mas que José a la medicina.
Marino fue el que se graduó de Ingeniero Civil, lo triste de esta historia es que Cruz que tenía el mas genuino orgullo de padre, el que hubiera dado la vida por sus hijos, no los vió graduados y lo peor, no asistió a sus bodas ni pudo consentir a sus cinco nietos que era su sueño más querido; porque un irresponsable se quedó dormido manejando y se lo llevó por delante.
María, mujer enérgica soportó su pena y se aferró a sus hijos, no para ser una carga, si no para ser lo que fue toda su vida, un punto de apoyo, de comprensión y ayuda,
Un día su corazón valiente se cansó, como si dijera: "no se quejen cumplimos y nos vamos". Dios o la vida le ahorró un gran dolor, unos pistoleros entraron en la joyería que Marino regentaba con su mujer, y a boca de jarro le dispararon varias veces; yo agradecí que su madre no lo viera morir.

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