miércoles, 12 de octubre de 2016

Falamos galego en Venezuela

   Ouvo un tempo o comenzo do siglo vinte, que nin en España nin en Galicia daba nota falar galego, as xentes das casas grandes, puxeron de moda o castelán, e os das casas non tan grandes pareceunos mais elegante que o noso galego, que según moitos era a lingua dos campesinos. Lembro unha esclamación dun home de letras, que nunha poesía decía algo así "Pobre Galicia que os teus fillos se avergoñan de ti"
Despois da guerra do trinta e seis cambaronse as tornas, e empezouse a valorar  o noso, o valorarse o nacionalismo en toda España.
Eu non me din de conta de estes cambios, non estaba en Galicia e a miña fala era a de sempre cos alleos falaba castelán, e na casa falábamos  o que habíamos falado desde que naceramos: o noso galego, tiñamos familiares e amigos cos que pasabamos o tempo de vagar e  con toda naturalidade falabamos o que nos unía e con eso  sentíamonos na casa sin morriñas.
O meu home cando eu cheguei tiña sete anos sin falar galego, pois traballaba con italianos e venezolanos. Outro tanto lle pasaba a meu cuñado, miña irmán tamen veo despois del, o chegar as mulleres uníronsenos outros matrimonios Ester e Antonio  Gallardo, de Lugo , Arcadio Martínez e Montse asturianos.  Os catro matrimonios facíamos xuntanzas nas praias do río  en domingos especiaes, ou nas praias do caribe cando tíñamos varios días de vacacions, levávamos todo un equipo e acampábamos na misma praia, levávamos os nosos pícaros e casi sin sentilo aprenderon o idioma e non lles e allea a nosa  cultura, de eso síntome moi orgullosa pola parte que me tocou .
Levamos a nosa herdanza sin fanatismos, con ledicia e orgullo; a nosa mesa e alavada, os nosos pratos típicos, compiten de igual a igual cos de xente que toda vida foron referentes de grandes chefs. Temos moitos motivos por qué estar orgullosos de ser galegos e a tortilla de pataca, a empanada de raxo, o xamón serrano son algunhas das nosas tarxetas de presentación.
Non somos guapos de todo, os galegos en xeral somos boa xente, pero  como somos humans, temos os mismas acertos e as mismas fallas do  resto do mundo.
Sintínme tan ben cando Don Enrique Cabanela operou o Rey, non por ser o Rey,  por ser él  de Mondoñedo o eminente médico que é, e que todo mundo o soupo.
A boa xente non lle fai falta destacar tanto para ser admirados, pero cando destacan os nosos paisanos agradecemos, poder decir E GALEGO, E COMO EL HAI MOITOS.




viernes, 7 de octubre de 2016

Recuerdos de juventud,

Voy a poner a prueba mi memoria reseñando los hechos que me tocó vivir en toda mi vida, desde que tengo uso de razón hasta hoy. Lo haré a modo de ejercicio para ayudar a mi cerebro a luchar con la vejez. Nací en el año mil novecientos veintisiete, me estoy acercando a los noventa y mi mente sigue lúcida y me esforzaré para que siga así.
No protagonicé nada tan importante que se merezca un gran  artículo; si excepto que me tocó vivir siempre con gente muy valiosa que me ayudó a crecer con armonía enseñándome con su ejemplo los valores sagrados de la raza humana. Los maestros o las lecciones siempre llegan a la gente cuando esta está dispuesta a aprender y unas veces aprendiendo y otras enseñando pasamos la vida.
Fui una niña dócil, conforme y obediente, me crié entre mis ocho hermanos como una sombra, querida y aceptada por todos ellos, cuatro mujeres y cuatro hombres y yo en el medio.
Tengo la impresión que desde que nací mis hermanos mayores me adoptaron sin desbancar a mis padres, les hicieron el favor de aligerarles la tarea ocupándose de mi y a unos y otros tengo mucho que agradecer. Mi padre que era tierno y muy cariñoso, conmigo nunca fue imponente, siempre confió en mi al igual que yo en él, y mi mama (a quien me parezco mucho), nunca me trató con melindres por ser la mas pequeña, su estilo era la naturalidad y su trato conmigo era cónsono con mi edad.
En mil novecientos treinta y seis estalló la guerra civil española; este hecho marco un antes y un después, a todos nos afectó de una o de otra  manera, para mi fue un aprendizaje extraordinario guerra y posguerra; navegué en eses años sin darme cuenta de la importancia que tenían las cosas, seguía siendo la sombra de mis hermanos, pasó tiempo para que me fuera dando cuenta de la gran influencia que esto tuvo en mi forma de ser.
Recuerdo a mi cuñado Mauel Cobas, un hombre moderno, puedo decir un gran maestro coerente que con su bien hacer me enseñó que el valor de ser mujer va mas allá de su físico y el hecho de no tener estudios ni dinero no la hace inferior, me recomendó libros, me acompañó a conciertos de música selecta, el tiempo que pase con él y con mi hermana mayor fue muy importante para mi.
Tengo dos hijas, las dos muy queridas y con ellas  me realicé como mamá, y como maestra y también  a ser aprendiz. Cuando se quiere aprender maestros no faltan.
Mi hija mayor estudió  medicina china, toda la familia la apoyó y a su lado todos salimos favorecidos, ya éramos aficionados a las culturas orientales y esto nos llevó unos pasos mas adelante.
Leonardo mi yerno, es otro ser que entró en la familia por la puerta grande. Doctor en sicología se caso con mi hija mas joven, hombre
estudioso por excelencia, toda la vida trabajó y al mismo tiempo estudió haciéndose así el hombre mas encantador y servicial y como persona lo mejor de lo mejor.
El me puso en contacto con el Sufismo y ahi vamos transitando por ese camino a veces tan difícil 
Tiene dos hijos que hoy ya son hombres y me enorgullece llamarlos
 mis nietos  
Mi padre, mi marido y mi yerno tenían mucho en común. Dicen que las mujeres buscamos el hombre que se parece a nuestro padre
En nuestro caso tuvimos la suerte de encontrarlo
De joven me puse presumida, pensando que no me importaba, lo que otras personas pensaran de mi y hasta me atreví a romper algunos tabúes. Mondoñedo es un pueblo pequeño y entonces chocaba que una mujer entrara en un café y cosas por estilo, no les cuento cuando me case por poderes y luego emigre para reunirme con mi esposo hay muchos detalles que el paso del tiempo les va quitando importancia, pero en su momento marcaron huella y para desmentir a los que pensaban que había hecho una barbaridad mi matrimonio fue un éxito que duro cuarenta y cinco años. En el año dos mil enviudé y eso si me marco, estos últimos años hubo tantos cambios y tan malos que solo queda sitio para la añoranza