lunes, 27 de septiembre de 2010

PILAR DIRIA: O MEU PASCUALIÑO

Cuando a Pascual Leivas, le tocó en el sorteo del ejército hacer su servicio en África, no se disgustó mucho porque entró en el cuerpo de Aviación y eso compensaba el estar tan lejos de casa, y cualquier otra incomodidad, él tenía gran facilidad de adaptación. Al poco tiempo de llegar a su destino mandó unas fotos con su uniforme y al lado de un trimotor, que parecía un artista de cine. Todos estábamos contentos por él, menos su madre; Pilar presentía que algo grave se estaba gestando y el hijo que más la necesitaba en ese momento, estaba tan lejos. Necesitaría cordura y él tan aventurero, tan Quijote, el gran abogado de las causas perdidas, estaba solo y en tierras extrañas; su esposo y su hijo mayor en la cárcel, custodiados por fanáticos que ganaban méritos siendo prepotentes. Ella se sentía a la deriva, pero no se permitió desfallecer; había que cuidar los siete más jóvenes que tenía en casa. 
La dotación de aviación que estaba en África, no aceptó el levantamiento de las tropas de Franco, pero fue cosa de nada que tuvieran que rendinse. Los acuartelaron y los torturaron para que declararan una culpabilidad que en realidad no tenían, que obedecieron con gusto, es indudable, por lo menos mi hermano; pero lo cierto es, que el que mandaba era el capitan o el jefe mayor, los soldados obedecen y por ello fueron a parar a un campo de concentración que estaba dirijido y custodiado por moros... 
El capitán al mando, antes de rendirse, les dijo: "A mi me van a fusilar de todas formas, así que sálvense ustedes, digan siempre que era yo el que estaba al mando, que ustedes solo obedecían órdenes. No digan otra cosa, y así es posible que salgan vivos". Los interrogaron, exaustivamente antes de recluirlos en el campo de concentración.  
No se les permitía escribir a casa, un amigo que estaba en infantería, escribió que Pascual estaba vivo pero incomunicado. 
Los franquistas, les pusieron en los campos donde iban a parar los presos políticos, y les asignaron los moros mas racistas, con el encargo de que las torturas fueran físicas y psicológicas.  
Gracias a Dios, mi madre no se enteró de lo mucho que lo torturaron hasta que terminada la guerra vino licenciado y entonces, si salía a colación nos iba contando por entregas; por ejemplo: como les hacían tomar un vaso de agua de carabaña en ayunas y después les racionaban el agua para que se deshidrataran, si pienso en todo esto recuerdo a mi hermano con un gran respeto, él apesar de todo no vino amargado, ni lleno de odio, ni siquiera triste, él siguió con su vida con normalidad.  
Otro hecho que pone los pelos de punta es la forma que tenían de asustarlos, los ponían a cabar una zanja, luego a pararse firmes a lo largo de ella y después escogían a capricho los que iban a fusilar, diciendo --Tu sí , tu no --Tu sí ... . 
La falta de higiene, la desnutrición, la guerra de nervios, dieron con él en un hospital; la monja que lo recibió, lo conocía; se quedó asombrada al verlo tan enfermo y tan disminuido. Llevaba en la espalda las cicatrices de los latigazos sin terminar de curar; estuvo en el hospital hasta que se repuso. 
Cuando llego a casa lucía como el Pascual de siempre, de hecho como hacía siempre cuando llegaba de viaje, abrazó a su madre por la cintura y la levantó en bilo girando con ella: "Ya estoy en casa, le dijo, nada de llantos".
"Chegou o meu Pascualiño", dijo ella ahogada con la emoción
Faltaba mucho para que las cosas estuvieran bien , pero ya teníamos con nosotros, el espíritu del optimismo la alegría de la casa.

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