sábado, 18 de septiembre de 2010

LA MOLINERA

La Sra. Margarita, no le hacía honor a su nombre. No era ninguna flor, mujer fuerte y segura, no sé si la vida le dió ese caracter; o si al tener ese caracter vivió la vida con una intensidad fuera de época. Fue madre soltera cuando eso era un baldón en una familia, con la cabeza erguida aguantó el chaparrón y las críticas de sus vecinos y conocidos; las que se hicieron mas duras, cuando estos se enteraron que ella no quiso casarse con el padre de su hijo, no se sentía marcada, así que nadie tenía que responsabilizarse, ella quería ser dueña de su vida.
  En su padre, tuvo un gran apoyo, hoy no se entiende el porqué tenían que marginarla y abuchearla por tener un hijo. En el tiempo que le tocó vivir a Margarita, las mujeres debían tener un amo hasta para ser madres. No podían ser dueñas de nada, eran servicios en su propia casa, tenían mucha suerte las que eran tratadas con humanidad, en pie casi de igualdad con sus hombres.
  Si, su padre fue su gran apoyo, y su mayor mérito fue la educación que le dió. La hizo fuerte, resposable, le enseñó a valorarse y por eso cuando este enfermó, Margarita se convirtió automáticamente en cabeza de familia y así fue como aprendió a ser hombre sin dejar de ser mujer.
  Cuidó de su familia y lo que es mas sorprendente, mejoró el negocio; además del molino, abrió una panadería, que fue modernizando y alcanzó fama y prestigio, pero su mayor logro, su orgullo más grande, es saber a su hijo un hombre, y un hombre de bien. Ella nunca se alejó del molino, y aun siendo invierno se la veía a veces caminar como en tiempos de su padre.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario