martes, 28 de septiembre de 2010

PILAR


Esta historia, es en honor a Pilar, por eso no voy a nombrar a los demás miembros de la familia más que lo imprescindible para dar una idea de quien y como era ella.
Pilar, Ramón y Pascual eran hermanos. Su padre Manuel Freire emigró siendo Pascual muy pequeño, su mamá, María Josefa tenía que trabajar, así que Pilar que era la mayor, cuidó de sus hermanos, cuando tuvieron edad de ir a la escuela ella los aseaba y se encargaba de que asistieran. Como en el año mil novecientos se consideraba que a las mujeres no les hacia falta saber leer, es mas se creía una pérdida de tiempo el que fueran a la escuela, así que a los diez años ya hacía todas las tareas de la casa pero no sabía leer, ni nunca aprendió; se convirtió en una mujer increíble, siendo analfabeta.
   Sus hermanos fueron alfareros Ramón era muy  bueno y en su taller se formaron varios profesionales; él fue un buen maestro.
   Pilar se casó muy joven y a los diez y nueve años ya tenía su primer  hijo en brazos y a los cuarenta y uno recibió al más joven de los nueve que crió.
Su esposo hombre de vanguardia, asistió, junto con el médico, a todos sus alumbramientos y siempre le tuvo la mayor consideración y los unía el mas grande amor. Cuando tuvieron dificultades lucharon juntos, siempre se apoyaron y no cabe duda que ella fue siempre el pilar fuerte, empleó todas sus energías en cuidar de su familia.
Pilar era muy bella, rubia como una walqiiria, y muy buena moza, con un gran porte; por eso su madre nunca le perdonó que se casara con mi padre, hombre bueno y gran trabajador pero pobre; mi abuela tenía otros candidatos, menos pobres  y menos jóvenes pero su hija que parecía de seda y resultó ser de hierro; se casó a su gusto. A pesar de eso tuvieron una buena relación (Pilar y su madre) y siempre se ayudaron, pero cada una en su casa.
En los años mil novecientos veinte, más o menos, la política tenía a todo el mundo revuelto, y mi padre un hombre con ideas socialistas, que no lo ocultaba en absoluto fue tachado de revolucionario y censurado; Pilar  ni entendía de política ni le interesaba, apoyó a los suyos y entonces gracias a su serenidad que empezó a templar su carácter, y su causa fue siempre: su familia, sus hijos, su gente; a pesar de todas las intrigas, ella se mantuvo al margen apoyando incondicionalmente a su hombre. En el treinta y dos se proclamó la primera república y entonces no había un revolucionario en la casa, había cuatro, mis tres hermanos mayores, dos varones que arrastraron a su hermana, en alguna de sus andanzas y mi padre que sin meterse en nada, seguía teniendo la fama y por tanto seguían molestándolo.
  Y ya estamos en los preludios de la guerra civil, su hijo mayor había librado el servicio militar, no tuvo la misma suerte su segundo hijo y además a este le tocó servir en África; con ciertas influencias se consiguió que sirviera en el cuerpo de aviación.
  El pueblo estaba todo agitado, por nada se armaba una pelea, y por fin estalló la guerra en julio del treinta y seis.
  El dos de agosto a medio día, la guardia civil vino a buscar a mi padre y a mi hermano mayor y  los llevaron detenidos; en casa quedó una mujer abatida y desesperada, que no tuvo tiempo de ponerse a llorar por que había que resolver lo mas inmediato. Amigos y parientes vinieron ayudar, y mandó a la cárcel colchones, ropa, utensilios del aseo personal y su cena. Se recibió la noticia que la cosa no iba a ser para unos días.
  Aquella noche, pensó en sus tres hijas, la mayor de dieciocho años y la más joven de quince, sus cuatro pequeños estaban entre doce y siete. Las calles rebosaban de falangistas, los había de todas las edades, y todos de una manera u otra estaban deseando protagonismo, caminaban pisando fuerte, luciendo sus uniformes, como si sus correajes les infundiera méritos y derecho a insultar, en una palabra, gente normal se convirtieron, en máquinas de meter miedo, y mi madre le tuvo miedo a la histeria general a los bravucones que se envalentonan delante del caído; pero ella no podía acobardarse, cuidaría a su gente dándoles ejemplo de fortaleza, la seguridad de que su marido y sus hijos no habían hecho nada malo, le dio el valor que necesitaba. Hubo mucha tensión, el pueblo es pequeño, y todo el mundo comentaba, los amigos clamaban que no había derecho, pero entonces empezaron a detener  a todos los hombres que tenían algún relieve y que fueran partidarios de las ideas republicanas. Médicos, empresarios, abogados, muchos fueron a parar a la cárcel y aquello como que dio cierta tranquilidad, como si siendo muchos estuvieran mas arropados.
Soltaron a mi padre, y aumentó la preocupación por mi hermano mayor, lo llevaron con otros cuantos a la capital de provincia para seguirles un juicio, el fiscal le pidió pena de muerte, el abogado defensor, un joven militar, logró dejarle la pena en treinta años de cárcel.
Al terminar la guerra civil, estalló la guerra mundial, las cosas no mejoraron mucho pero había cierta tranquilidad y la esperanza de que se normalizarían las cosas, cobraba fuerza.
Parte del ejército, que luchó en las líneas de la república los tenían acantonados en  el pueblo en unos cuarteles improvisados, como estaban casi castigados, no lo pasaban muy bien, la mayoría eran canarios y andaluces, pasaban hambre. Mi madre en cada uno de ellos, veía al hijo que tenía en África. “Quien ayudará a mi hijo?”, y con ese razonamiento ayudaba a los que podía; a unos les lavaba la ropa y a otros les daba pequeños trabajos en la huerta para darles algo de comer y fue pasando el tiempo …, la postguerra; fueron tiempos duros, la escasez de todo obligaba a comprar de contrabando. A ella no le importó deshacerse de sus sábanas de hilo para que sus hijas pudieran tener vestidos. Sembró papas y legumbres que luego cocinaba para que sus pequeños crecieran sanos, ni en los tiempos más difíciles faltó el plato de sopa en la mesa.
De  los cuatro más jóvenes también estaba muy orgullosa, y yo creo que tuvimos privilegios que los mayores no tuvieron, era tierna y sebera a la vez y la adorábamos, nunca fomentó nuestros celos y descubrimos ya de mayores cuando ella ya no estaba algo que nos hizo admirarla mas, si eso fuera posible.
Los cuatro teníamos la certeza de haber sido su preferido, lo habíamos guardado como un recuerdo entrañable, fue algo que nos dio y que cada uno creía que para ella habíamos sido lo primero. Así fué ella de sencilla y de sabia.
Quiero su recuerdo, su voz melodiosa cantando en las reuniones familiares; los refranes que decía oportunamente según la ocasión bastarían para describir muchas de sus anécdotas, esa era mi madre. Si conseguí esbozar en algo lo que ella fue me doy por satisfecha.

lunes, 27 de septiembre de 2010

PILAR DIRIA: O MEU PASCUALIÑO

Cuando a Pascual Leivas, le tocó en el sorteo del ejército hacer su servicio en África, no se disgustó mucho porque entró en el cuerpo de Aviación y eso compensaba el estar tan lejos de casa, y cualquier otra incomodidad, él tenía gran facilidad de adaptación. Al poco tiempo de llegar a su destino mandó unas fotos con su uniforme y al lado de un trimotor, que parecía un artista de cine. Todos estábamos contentos por él, menos su madre; Pilar presentía que algo grave se estaba gestando y el hijo que más la necesitaba en ese momento, estaba tan lejos. Necesitaría cordura y él tan aventurero, tan Quijote, el gran abogado de las causas perdidas, estaba solo y en tierras extrañas; su esposo y su hijo mayor en la cárcel, custodiados por fanáticos que ganaban méritos siendo prepotentes. Ella se sentía a la deriva, pero no se permitió desfallecer; había que cuidar los siete más jóvenes que tenía en casa. 
La dotación de aviación que estaba en África, no aceptó el levantamiento de las tropas de Franco, pero fue cosa de nada que tuvieran que rendinse. Los acuartelaron y los torturaron para que declararan una culpabilidad que en realidad no tenían, que obedecieron con gusto, es indudable, por lo menos mi hermano; pero lo cierto es, que el que mandaba era el capitan o el jefe mayor, los soldados obedecen y por ello fueron a parar a un campo de concentración que estaba dirijido y custodiado por moros... 
El capitán al mando, antes de rendirse, les dijo: "A mi me van a fusilar de todas formas, así que sálvense ustedes, digan siempre que era yo el que estaba al mando, que ustedes solo obedecían órdenes. No digan otra cosa, y así es posible que salgan vivos". Los interrogaron, exaustivamente antes de recluirlos en el campo de concentración.  
No se les permitía escribir a casa, un amigo que estaba en infantería, escribió que Pascual estaba vivo pero incomunicado. 
Los franquistas, les pusieron en los campos donde iban a parar los presos políticos, y les asignaron los moros mas racistas, con el encargo de que las torturas fueran físicas y psicológicas.  
Gracias a Dios, mi madre no se enteró de lo mucho que lo torturaron hasta que terminada la guerra vino licenciado y entonces, si salía a colación nos iba contando por entregas; por ejemplo: como les hacían tomar un vaso de agua de carabaña en ayunas y después les racionaban el agua para que se deshidrataran, si pienso en todo esto recuerdo a mi hermano con un gran respeto, él apesar de todo no vino amargado, ni lleno de odio, ni siquiera triste, él siguió con su vida con normalidad.  
Otro hecho que pone los pelos de punta es la forma que tenían de asustarlos, los ponían a cabar una zanja, luego a pararse firmes a lo largo de ella y después escogían a capricho los que iban a fusilar, diciendo --Tu sí , tu no --Tu sí ... . 
La falta de higiene, la desnutrición, la guerra de nervios, dieron con él en un hospital; la monja que lo recibió, lo conocía; se quedó asombrada al verlo tan enfermo y tan disminuido. Llevaba en la espalda las cicatrices de los latigazos sin terminar de curar; estuvo en el hospital hasta que se repuso. 
Cuando llego a casa lucía como el Pascual de siempre, de hecho como hacía siempre cuando llegaba de viaje, abrazó a su madre por la cintura y la levantó en bilo girando con ella: "Ya estoy en casa, le dijo, nada de llantos".
"Chegou o meu Pascualiño", dijo ella ahogada con la emoción
Faltaba mucho para que las cosas estuvieran bien , pero ya teníamos con nosotros, el espíritu del optimismo la alegría de la casa.

sábado, 18 de septiembre de 2010

LA MOLINERA

La Sra. Margarita, no le hacía honor a su nombre. No era ninguna flor, mujer fuerte y segura, no sé si la vida le dió ese caracter; o si al tener ese caracter vivió la vida con una intensidad fuera de época. Fue madre soltera cuando eso era un baldón en una familia, con la cabeza erguida aguantó el chaparrón y las críticas de sus vecinos y conocidos; las que se hicieron mas duras, cuando estos se enteraron que ella no quiso casarse con el padre de su hijo, no se sentía marcada, así que nadie tenía que responsabilizarse, ella quería ser dueña de su vida.
  En su padre, tuvo un gran apoyo, hoy no se entiende el porqué tenían que marginarla y abuchearla por tener un hijo. En el tiempo que le tocó vivir a Margarita, las mujeres debían tener un amo hasta para ser madres. No podían ser dueñas de nada, eran servicios en su propia casa, tenían mucha suerte las que eran tratadas con humanidad, en pie casi de igualdad con sus hombres.
  Si, su padre fue su gran apoyo, y su mayor mérito fue la educación que le dió. La hizo fuerte, resposable, le enseñó a valorarse y por eso cuando este enfermó, Margarita se convirtió automáticamente en cabeza de familia y así fue como aprendió a ser hombre sin dejar de ser mujer.
  Cuidó de su familia y lo que es mas sorprendente, mejoró el negocio; además del molino, abrió una panadería, que fue modernizando y alcanzó fama y prestigio, pero su mayor logro, su orgullo más grande, es saber a su hijo un hombre, y un hombre de bien. Ella nunca se alejó del molino, y aun siendo invierno se la veía a veces caminar como en tiempos de su padre.